El artículo de Alan Garcia publicado la semana pasada en El Mercioco ha disparado los botones mentales de los teóricos de la sospecha que siempre verán con tirria la participación del capital privado, pues estan francamente traumados con nuestros "tradicionales" modelos de gestión basados en el mercantilismo, patrimonialismo, gamonalismo, etc. que actualmente no tienen (o no deberían tener) cabida en nuestra economía pues, mal que bien, las instituciones democráticas están (o deberían estar) para velar porque no se comentan abusos. Dicho de otra forma, el problema actualmente está en que el estado cumpla con las obligaciones que él mismo se atribuye.
En este interesante
post del blog
La Palabra Ingenua se han recopilado varias reacciones al
hegemónico artículo del presidente. Los globofóbicos
Raul Wiener y
Pedro Francke, junto con sus camaradas intelectuales orgánicos
Sinesio López y
Nelson Manrique, todos ellos muestran sus temores y desconfianza hacia la actividad privada identificándola sin contemplaciones con lo peor de nuestro capitalismo criollo (como si nunca hubieran conocido un
Wong ni hubieran visto un evento cultural auspiciado por
Fundación Telefónica, por citar un par de ejemplos). En medio de tanta espuma olvidan dos detalles importantes del
texto en cuestión:
- En ninguna parte se aparece la palabra privatización sino propiedad, específicamente propiedad colectiva que no excluye necesariamente al estado (ni es precisamente un ideal económico liberal).
- Se propone concretamente comenzar con las 8 millones de hectáreas afectadas por la deforestación.
El perro del hortelano no come ni deja comer, sino que no aprecia ni deja apreciar. Aunque no se puede negar su tono fanfarronesco, las propuestas de García no carecen de contenido ni son un simple arrebato "ultra neoliberal" que, por cierto, encontraría muchas resistencias incluso en su propio partido (Zumaeta, Negreiros, etc). Por eso, en medio de tanta rasgadura de vestidura, destaco las
observaciones del ecólogo
Antonio Brack Egg publicadas ayer, también en
El Comercio:
Se indica que es necesario fomentar las grandes propiedades privadas y las tierras deberían ser vendidas en grandes lotes para generar inversión y desarrollo. Sin embargo, varios temas importantes se quedaron en el tintero.
Uno de ellos es que para ser propietario de tierras en la selva la falacia actual es que solo se puede otorgar propiedad sobre el suelo mas no sobre el bosque. Para titular se exige que el bosque debe ser talado y que deben existir 'mejoras', o sea, agricultura o ganadería, porque hasta hoy el desarrollo amazónico se concibe como desarrollo agropecuario, mas no de manejo de bosques. Si se continúa con este enfoque se fomentará la tala de bosques para fines agropecuarios mas no para generar riqueza. Esto conllevará a que la tala de bosques sea indetenible y que el año 2020 no solo existan 10 millones de hectáreas deforestadas, como hoy, sino 20 millones y un desastre como en San Martín, donde se han talado 2 millones y solo se cultivan 300 mil.
Otro punto importante es la reingeniería del aparato estatal. Hoy el Estado es uno de los impedimentos más patéticos para avanzar en el desarrollo: trámites engorrosos y reglamentos con enfoque anticuado; funcionarios sin mentalidad de fomento sino de freno; escasa autoridad; y, lo que es peor; sin una visión de futuro en concordancia con las nuevas tendencias. Necesitamos un Estado facilitador y promotor, y que vele por los derechos de los ciudadanos.
¿No dirán que él también es un "salvaje neoliberal"? ¿O sí?
Por Guille da MausTags: Alan García recursos forestales estatismo neoliberalismo