Con más experiencia en televisión, a Cesar Hildebrandt lo recordamos agudo e implacable, con muchas renuncias en su historia y tan apasionado que alguna vez, en el caso de los equivocados videos que difundiera una línea aérea extranjera durante sus vuelos, poco le faltó para declarar la guerra desde su programa.Quizá algunos no lo recuerden pero el chato tuvo sus momentos de moderación y calma budista entre destapes y escándalos que solían costarle la permanencia de su programa. De la misma forma Rodrich también está teniendo sus épocas. Sino miren este intercambio suyo con Jorgito del Castillo (presentado gratuitamente como una piconería del ex-premier):
Al otro extremo está Augusto Álvarez Rodrich, con quien trabajé por poco tiempo en el programa Dos dedos de frente, que se transmitía por Frecuencia Latina. Recuerdo que en una de las emisiones del programa estaba como invitado, por segunda vez, el entonces candidato Alan García. Según el estilo de Augusto, la entrevista transcurría tensa pero sin aspavientos ni mayores alteraciones. Sin embargo, el público televidente quería ver la sangre de García correr en la pantalla, y reventaba la línea telefónica de la oficina reclamando el ajusticiamiento público de nuestro actual presidente. Al final del programa, y enterado de los reclamos de la teleaudiencia, Augusto ni se inmutó. Él estaba conduciendo una entrevista política y no un talk show, eso lo tenía claro.
En el periodismo como en cualquier actividad humana se dan fluctuaciones. Sería más facil de comprenderlo y aceptarlo si entendemos que eso de la "objetividad" e "imparcialidad" son ideales utópicos que lindan en la quimera. El solo hecho de calificar los hechos les otorga un sesgo. Pero se trata de lo más humano que existe y no hay porque sustraerse a esto, sino estar atentos y concientes de ello para decidir libremente.
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