jueves, 2 de octubre de 2008

Comprendiendo al OTORONGO PERUANO


Veo por todas partes un rasgamiento de vestiduras generalizado por la eliminación de los gastos operativos para engrosar -prácticamente- el sueldo de los congresistas. Como expliqué anteriormente este afán por fiscalizar a los otorongos por el rabo -sus finanzas- es apenas un golpe de efecto moralista que fácilmente puede desviar la atención de los asuntos de fondo, los que requieren un exámen más profundo que el mero uso de matemáticas para cuadrar las cuentas.

A todo esto lanzo una pregunta: ¿Saben cuál es la estructura de costos de una labor congresal? Yo no tengo mucha idea, pero puedo suponer varias cosas que entran a tallar en el manejo de las cuentas. Ya que nuestra economía tiene un alto grado de informalidad y que esta informalidad es parte de nuestros mecanismos formales, cualquier presupuesto o planificación requerirá algún malabar contable o tributario para "cuadrar" formalmente. Esto no necesariamente significará un manejo doloso o inmoral sino imprevisión o falta de conocimiento, cosas que se dan en todo trabajo de campo tal como suele suceder con algunos calichines a quienes se les encarga una tarea en las lejanías y terminan ahorrándose algunos coquitos o poniendo dinero de su bolsillo dependiendo de su grado de astucia.

Lo que al final de cuentas importa es que haya un trabajo que justifique el gasto público. Según la teoría de la sospecha todo congresista es un comechado que no vale lo que se gasta en él. Lamentablemente las evidencias que confirmarían esta teoría abundan pero sobre la base de la conducta más que sobre el contenido de su labor. ¿Es esa la forma de evaluar a un funcionario público? Que lo diga un intachable ex-padre de la patria:
“... la discusión de fondo es la misma: ¿dónde ponemos la atención? La atención pública debe estar en los asuntos públicos, en los problemas que ellos (los congresistas) deben solucionar y no en los enredos que se hacen para cumplir su función”
La fiscalización de la función pública debe comenzar por la evaluación del trabajo que realiza el funcionario, el cual se puede verificar con la rendición de cuentas. No al revés.

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