miércoles, 5 de noviembre de 2008

Se necesitan MUERTES


Otra cosa no puedo pensar de las protestas violentas que en estos momentos están destrozando a la "heroica" (bien entre comillas) Tacna. Los vídeos periodísticos sobre las manifestaciones describen contundentemente como la masa arremete con ímpetu destructor contra las sedes públicas. En tal estado de euforia la violencia no hace sino crecer, lo que no solamente justifica que haya represión por parte de la policía sino esta haga uso de una fuerza mayor para neutralizar la amenaza.

Para enfrentar tal eventualidad las víctimas mortales constituyen una prenda de valor inestimable pues representan un costo político que es multiplicado y endilgado exclusivamente al estado. Esto lo saben muy bien los dirigentes y organizadores de la asonada. También lo sabe el gobierno al cual obviamente no le conviene enfrentar tales situaciones que explotan la sensibilidad y emocionalidad de la opinión pública en su contra. Dicho y hecho la lamentable muerte de un manifestante dentro del contexto de una acción de violencia provocada por los protestantes se ha convertido en instrumento a favor de la protesta violenta (porque se la minimiza e ignora como tal) y contra el gobierno y las fuerzas del orden:
En medio del repudio a las fuerzas del orden, la población retiró en hombros el féretro color marrón conteniendo los restos de Gelmer Arpasi, cuyo cortejo fúnebre encabezó su esposa Mariela Linares y su madre Luciana Valeriano, quienes protagonizaron sentidas muestras de dolor.
“Justicia, háganme justicia, me mataron a mi hijo”, apenas alcanzó a decir la señora Luciana ahogada en lágrimas, totalmente ataviada de negro, al pie del cajón envuelto en la bicolor nacional.
Ya en el Paseo Cívico, la multitud parecía desbordarse cuando encaró a viva voz al cordón policial que custodiaba la Plaza de Armas y gritaba: ¡Asesinos, asesinos!
Lo mismo ha sucedido toda vez que los paros y demás medidas de fuerza ocasionaron violencia y destrucción. Las víctimas convertidas en mártires obligan al estado a usar guante de seda y, posteriormente, ceder ante las presiones.

Pasó con Del Castillo y su ministro del interior Luis Alva de quien aprovecharon su pésima reputación para ahogar la comprensión de las muertes ocurridas durante otras medidas de fuerza que hubiera llevado irremediablemente a centrar la atención en la situación que las propició. ¿Pasará lo mismo con Yehude Simon? Sería el colmo.

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1 comentario:

  1. Por haber tomado conciencia de su realidad, creo q faltó en la narración jeje.

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