La salida forzada de Augusto Álvarez Rodrich de la dirección de Perú21 ha remecido el ambiente periodístico echando toda clase de sombras y malos augurios sobre la democracia y las libertades. El relato completo (en clave pro-prensa) con una interesante recopilación de las opiniones al respecto lo pueden ver en el Útero de Marita. Aquí comenzaremos tocando la que se supone es la cuestión de fondo: ¿se trata de un conflicto entre prensa y poder?
Naranjas
Pienso que Se trata de una tensión (más) entre estado y sociedad civil. El problema de percepción comienza con que cierta prensa autodefinida como "independiente" o "democrática" en sociedad o coincidencia con algunos grupos suelen imaginarse David frente a Goliath gobierno, concebido a la sazón como "el poder" por antonomasia con toda la connotación negativa que pueda acarrear semejante caracterización. Aunque existe una asimetría física evidente, esta es compensada metafísicamente: el poder de la prensa frente al poder del estado radica en su capacidad de articularse con otros poderes al construir y difundir narrativas funcionales a entidades intermedias (partidos de oposición, organizaciones civiles, movimientos sociales, etc) entre la ciudadanía. Dicho de otra forma, la prensa no solamente interviene en las relaciones con el poder con su mediación, sino que construye relaciones de poder: la direccionalidad del relato periodístico establece puntos y marcos referenciales importantes para que la opinión pública y la ciudadanía tomen posición. El relato periodístico es una importante herramienta política.
Por eso no es casual que en las narrativas sobre este caso se recurran constantemente a gratuidades, relaciones maniqueas, conceptos forjados al alimón, y no pocos pensamientos atávicos: "gobierno-grupos conservadores", "prensa independiente", "prensa contra el poder", etc. Es cierto que hay mucho de instintividad en la recurrencia a este lenguaje. Pero de todas formas con el poder de nombrar las cosas, se construye y se difunde un universo simbólico afín a determinados intereses.
Sin embargo todo esto es un ejercicio legítimo de la comunicación. No es para nada antidemocrático que los medios, ya sea particularmente o en grupo, se adhieran desde su libertad a un proyecto político, social, económico o religioso cualquiera que sea. El caso de la decisión empresarial del grupo "El Comercio", por ejemplo, se inscribiría dentro del derecho a la libertad de empresa que, de ser efectivo, tornaría en falso el dilema moral planteado desde la libertad de expresión ya que esta no es acotada por la primera sino que es consecuencia de ella como veremos más adelante.
El verdadero problema surge con las imposturas de las partes en el asunto. Las posiciones esgrimidas tanto por la empresa como por los medios críticos intentan, en mayor o menor grado, pasar por apolíticas, escudándose cada cual en un principismo impostado que oculta sus verdaderas razones. Ni el grupo El Comercio es el dechado de pulcritud y seriedad que gusta presentar bajo un halo de clase y tradición, ni la autoproclamada "prensa independiente" es la reserva moral democrática guardiana de los más altos ideales humanitarios. Este enmascaramiento, ya sea conciente o instintivo, lejos de favorecer un intercambio demócratico nubla el juicio del individuo induciendo prejuicios que afectan su libertad de elección.
La pregunta entonces podría ser ¿porque ocultar o escamotear la política? Echaremos una mirada a este problema en el juego de cuestionamientos, defensas y poses alrededor de la figura del señor Augusto Alvarez Rodrich.
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