lunes, 29 de setiembre de 2008

El otoronguismo teórico vs. el otoronguismo funcional o porqué NO VOY A ADOPTAR un congresista (aunque tenga ganas de hacerlo)

Para comenzar, un saludo a todos los valerosos y gallardos blogo-coleguitas que en nombre de la diosa Corrección Política han decidido dedicar parte de su valioso tiempo a vigilar el trabajo de nuestros "gloriosos" (por la leche) padres de la patria. Aunque ellos intenten zafarse del escrutinio ciudadano, no podrán librarse del destino que les espera (cualquiera que sea)!

Ahora la carnecita: algunos camaradas me han invitado a adoptar un congresista para tenerlo a raya con la rendición de cuentas. Ganas no me faltan, no porque pretenda descubrirles errores, negligencias o malos manejos inherentes a su condición de congresistas peruanos -lo que yo llamo el otoronguismo teórico- sino porque podría observar como los fondos públicos son puestos al servicio de determinadas agendas político-ideólogicas particulares (otoronguismo funcional) convenientemente disfrazadas de "voluntad popular".

De ahí que me resulta poco útil apelar a la transparencia en los gastos operativos para esta y otras pesquisas. La corrección en el gasto puede servir de certificado de conducta para justificar el otoronguismo funcional. La teoría de la sospecha sobre el otoronguismo se basa en un moralismo que termina en el cumplimiento de las formas. Congresistas del calibre de Nancy Obregón (etno-nazionalista), Carlos Raffo (fujimorista) o Luis Giampietri (APRA) fácilmente pueden mostrar cuentas impecables y hasta una conducta ejemplar (ja!). Pero es obvio que por lo menos uno de ellos (los 3 para mí) sirven a intereses particulares poco o nada convenientes para nuestra democracia pero que se legitiman por el apoyo popular, dado el carácter plebiscitario de nuestra praxis política. Un gasto correcto avalaría esta y otras espadas de Damocles democráticas por considerarse que es el signo por excelencia de una función pública acorde con el interés ciudadano.

No dudo que algunas fichitas queden desenmascaradas por el mal uso de los fondos públicos. Sinvergüenzas y mediocres nunca faltan y espero que esta ola de conciencia ciudadana ayude (a la fofa Contraloría) a fiscalizarlos. Pero creo que este afán moralista limita el juicio de como debería conducirse no solo la función pública sino la política en general. A mí no me preocupa (mucho) los otorongos vivarachos sino los "intachables" que tiran agua para su molino con un manejo demagógico del escaso capital político con que cuenta el congreso. Me refiero -por ejemplo- a los que arman votaciones en bloque, los que manejan o dificultan el trabajo de las comisiones, los mediáticos que juegan a la política de masas, etc. Muchos tienen objetivos políticos claros que pueden significar que "avancemos" (ojo con la retórica) hacia un estado totalitario o retrocedamos a los tiempos del hombre de Lauricocha.

En resumen: la campaña anti-corrupción se concentra erróneamente -a mi parecer- en conductas. No en contenidos cuya valoración requiere algo más que la aplicación de matemática básica. Para mí más útil sería observar el acta de reuniones de una comisión de congresistas que el flujo de caja de cada uno de ellos. Es cierto que en nuestro congreso abundan los mediocres y dignos de lástima. Pero no olvidemos que su otoronguismo es funcional a otros intereses. ¿No nos quejamos acaso de las famosas "cortinas de humo"? Pues bien, empecemos por no distraernos mucho con ellas.

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