miércoles, 24 de setiembre de 2008

ESTADO DE CHANTAJE


¿Es "chantaje" la protesta social como dice el presidente García? De los protestantes del sur podemos estar seguros que les cabe el epíteto pues lo suyo es interés particularísimo disfrazado políticamente de social para calar en el gusto de los medios. Pero ¿qué hay de los pueblos nativos de la selva que no incurrieron -según su portavoz el AIDESEP- en los excesos de los sureños? Aquí el gobierno vuelve a patinar, no con la deslegitimación de la protesta en sí, sino por abordarla en los términos inadecuados.

El problema esta enmarcado -por los propios protestantes- totalmente dentro de una muy moderna y occidental cuestión territorial: el de la cosa inalienable. Esto a lo cual se aferran los pueblos indígenas para protegerse del paternalismo estatal es la verdadera fuente del problema.

Con la intención de vulnerar el modelo estado-nación (producto de los miedos milenaristas al fenómeno del capitalismo en su "fase transnacional") se ha revivido la quimera altermundista de "crear" modelos de subsistencia aparentemente propios pero económicamente dependientes. Los proyectos indigenistas apoyados por no pocos agentes externos transnacionales (ONU, las ONGs, etc) inciden en una "soberanía" teórica muy "digna" pero que en la práctica es solo funcional a intereses económicos muy particulares (y bastante insertados en la dinámica capitalista) como la explotación informal minera y forestal, actividades altamente contaminantes y depredadoras de la cual participan no pocos colectivos nativos.

Esto que ha sido denunciado por los propios funcionarios del estado es apenas tomado en cuenta por el ejecutivo. Bien que el gobierno tenga las miras puestas en el progreso y el desarrollo, pero su hortelanaje apenas se limita a emitir decretos legislativos improvisados haciendo llover sobre mojado. La AIDESEP como otros movimientos lo único que hacen es aprovechar la indefinición estatal, pero aferrándose a un modelo de corte colectivista que ni les es propio ni les va a beneficiar. Lo que resultará al final es prácticamente historia conocida: un estado desarticulado por su propia mano y una población nativa cada vez más pobre y miserable.

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