EL TONTO ÚTIL DE LA SEMANA: JORGE DEL CASTILLO

Los que "la vivimos" durante los ochentas extrañábamos las ocurrencias del popular Jorgito, justificando lo injustificable del calateo masivo que significó el primer gobierno aprista. Era la dosis de humor surrealista que entonces se necesitaba para alejar tentaciones como pasarse la hoja de afeitar por la muñeca.

Después de 20 años, Jorgito volvió pero ya no era el mismo: había crecido. De hecho, parece ser el único aprista que aprendió las lecciones de la historia. Al menos el único ecuánime: no se mandó con muchas de las propuestas populistas que su jefe Caballo Loco proclamaba desde palacio, y en el congreso puso pare a otras tantas de parte de sus compañeros de bancada. Como nada puede ser color de rosa en el autoproclamado partido del pueblo (estrellas desteñidas? naranjas!) el premierato de Del Castillo pronto evidenció sus fisuras y conflictos internos. Claro que solo la correa de Alan puede ponerlos en fila, pero ¿hasta cuando?

Con el affaire Pandolfi, a pesar de salir airoso (con sacadita de vuelta, de yapa), Castillo demostró ser la pieza destinada al sacrificio en el ajedrez político del aprismo. El fiel y leal escudero (peón) muy dificilmente llegará a coronarse (vale decir: continuar al frente del gobierno, que en el Perú sería una hazaña) si prevalecen otros intereses como cuidar el pacto tácito con el fujimorismo. ¿Porqué correr el riesgo de exponerse a la opinión pública nombrando a un personaje "apestado" como una ex-estrella del régimen fujimorista, inhabilitado por él mismo prácticamente?


Aunque la oposición adolece de falta de cohesión, el alimento que le lanzan desde las propias filas del oficialismo puede terminar por armar la grande. Y entre el cómplice-vicepresidente y el escudero-premier ya sabemos quien tiene las de perder.


Por Guille da Maus


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